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Comercio Exterior

De la mano de la recuperación económica internacional y el fenomenal rebote de Brasil, el comercio exterior argentino ha exhibido una buena performance. Frente a la imposibilidad de endeudamiento público en dólares, el superávit comercial y la menor salida de capitales han contribuido positivamente al equilibrio macroeconómico al permitir la adquisición de dólares por parte del BCRA (vía emisión de pesos), cerrando así la brecha financiera del Tesoro Nacional. Y todo ello sin tener que devaluar sensiblemente la moneda, única ancla nominal que sujeta (aunque precariamente) el alza de precios vía expectativas y estabilidad de tasas de interés.

Sin embargo, el continuo uso de las mismas herramientas ha derivado en una sistemática pérdida de efectividad de las mismas. Frente a una economía claramente recalentada (plena utilización de capacidad productiva + inflación del 25% anual), la devaluación del peso no logrará frenar las importaciones, destinadas a satisfacer una ávida demanda. De ahí que el BCRA haya erigido al tipo de cambio como única ancla nominal1. Las restricciones a la importación, por poner otro ejemplo, se han encontrado con la resistencia de nuestros principales socios comerciales (sobre todo de Brasil y China), amén de que resultan perjudiciales para los consumidores nacionales: con una oferta restringida por la capacidad productiva, las trabas comerciales sólo producen tensiones de precios.

Frente a un margen de acción limitado, lo que suceda en el frente externo depende enteramente del contexto internacional. En este sentido, los signos de desaceleración global encienden una luz amarilla, ya que los riesgos de una nueva recesión (o por lo menos, un crecimiento "anémico") en economías desarrolladas puede arrastrar a la baja a China e India y con ello al resto de los emergentes. Ambos países resultan sumamente importantes para Argentina, ya que son grandes demandantes de productos agroindustriales (por lo que pueden hacer caer no sólo las cantidades sino los precios de exportación). Dado este escenario, repasamos los números del comercio exterior para analizar el estado de situación.

Exportaciones por escalera, Importaciones por ascensor 

El balance comercial de julio debería aumentar la preocupación gubernamental, al registrarse la cuarta caída consecutiva del superávit (sexta si se mide en tasa de crecimiento). El buen ritmo de crecimiento de las exportaciones (22% anual debido a suba de cantidades vendidas) resulta opacado por la "explosión" de las importaciones, que duplican dicha tasa de crecimiento (combinando alzas de precios y cantidades), lo que lleva a un superávit de USD 883 millones (32% inferior al registrado en junio y un tercio del de julio de 2009). Analizando el acumulado del año (para aliviar movimientos estacionales o de cortísimo plazo), se mantiene este 2x1: las exportaciones crecen al 19%, mientras que las importaciones lo hacen al 43%, con un superávit de USD 8.374 millones (-26% respecto a igual período de 2009).

De la mano de la recuperación económica internacional y el fenomenal rebote de Brasil, el comercio exterior argentino ha exhibido una buena performance. Frente a la imposibilidad de endeudamiento público en dólares, el superávit comercial y la menor salida de capitales han contribuido positivamente al equilibrio macroeconómico al permitir la adquisición de dólares por parte del BCRA (vía emisión de pesos), cerrando así la brecha financiera del Tesoro Nacional. Y todo ello sin tener que devaluar sensiblemente la moneda, única ancla nominal que sujeta (aunque precariamente) el alza de precios vía expectativas y estabilidad de tasas de interés.

Sin embargo, el continuo uso de las mismas herramientas ha derivado en una sistemática pérdida de efectividad de las mismas. Frente a una economía claramente recalentada (plena utilización de capacidad productiva + inflación del 25% anual), la devaluación del peso no logrará frenar las importaciones, destinadas a satisfacer una ávida demanda. De ahí que el BCRA haya erigido al tipo de cambio como única ancla nominal1. Las restricciones a la importación, por poner otro ejemplo, se han encontrado con la resistencia de nuestros principales socios comerciales (sobre todo de Brasil y China), amén de que resultan perjudiciales para los consumidores nacionales: con una oferta restringida por la capacidad productiva, las trabas comerciales sólo producen tensiones de precios.

Frente a un margen de acción limitado, lo que suceda en el frente externo depende enteramente del contexto internacional. En este sentido, los signos de desaceleración global encienden una luz amarilla, ya que los riesgos de una nueva recesión (o por lo menos, un crecimiento "anémico") en economías desarrolladas puede arrastrar a la baja a China e India y con ello al resto de los emergentes. Ambos países resultan sumamente importantes para Argentina, ya que son grandes demandantes de productos agroindustriales (por lo que pueden hacer caer no sólo las cantidades sino los precios de exportación). Dado este escenario, repasamos los números del comercio exterior para analizar el estado de situación.

Exportaciones por escalera, Importaciones por ascensor 

El balance comercial de julio debería aumentar la preocupación gubernamental, al registrarse la cuarta caída consecutiva del superávit (sexta si se mide en tasa de crecimiento). El buen ritmo de crecimiento de las exportaciones (22% anual debido a suba de cantidades vendidas) resulta opacado por la "explosión" de las importaciones, que duplican dicha tasa de crecimiento (combinando alzas de precios y cantidades), lo que lleva a un superávit de USD 883 millones (32% inferior al registrado en junio y un tercio del de julio de 2009). Analizando el acumulado del año (para aliviar movimientos estacionales o de cortísimo plazo), se mantiene este 2x1: las exportaciones crecen al 19%, mientras que las importaciones lo hacen al 43%, con un superávit de USD 8.374 millones (-26% respecto a igual período de 2009).

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  • Autor:

    Management & Fit Consultora